21 de febrero de 2007

Chávez: Empeorando nuestra calidad de vida

por Gustavo Coronel

Gustavo Coronel fue director de Petróleos de Venezuela (1976-79) y representante en Venezuela de Transparencia Internacional (1996-2000) y autor del estudio «Corrupción, administración deficiente y abuso de poder en la Venezuela de Hugo Chávez» publicado por el Cato Institute (Noviembre 2006).

Venezuela tiene un Producto Interno Bruto (PIB) per capita de unos $4.800. Esta es una cifra doce veces menor que la de Suiza, diez veces menor a la de EE.UU., menos de la mitad de la de Trinidad y Tobago, casi la mitad de la de México y bastante menor que la de Libia Gadaffi o la de Chile. Aunque estas cifras no lucen nada bien para nuestro país, la realidad es mucho peor. Estas cifras solo dan una dimensión del problema, es decir, muestran la riqueza generada en el país dividida por la cantidad de habitantes, pero no nos dicen como se origina esa riqueza.

En el caso de la mayoría de los países mencionados, con excepción de Trinidad y de Libia, el producto interno es derivado de múltiples industrias y de un vigoroso sector terciario de la economía. En Venezuela el producto interno bruto es practicamente todo de origen petrolero, viene de una actividad extractiva, no renovable, llevada a cabo por unas 50.000 personas, es decir, el 0,005 por ciento de la población. En otras palabras, el 99,999% de la población venezolana es expectadora pasiva de esta actividad y solo interviene, como agente rentista, para reclamar y competir por un pedazo de la torta.

Nadie puede afirmar, a estas alturas, que esta torta ha sido justamente distribuída en el pasado o está siendo justamente distribuida en el presente. La gran tragedia venezolana, desde que el país se convirtió en un exportador petrolero, ha sido como los gobiernos de turno se han apoderado de ese ingreso pretendiendo decidir por el Estado y como, a su vez, el Estado ha usurpado el lugar de la Nación.

Una relativamente minoritaria cantidad de venezolanos se fue apoderando del grueso de esa riqueza, dejando al resto de la población en situación de pobreza, de enfermedad y de ignorancia. Esta ha sido la historia de los últimos ochenta o más años, aunque hay analistas como los de la Universidad Católica Andrés Bello (ver”Venezuela; Un Acuerdo para alcanzar el Desarrollo”) que sostienen que durante el siglo XX “Venezuela comenzó a disfrutar de las bondades de la modernidad y la pobreza comenzó a ceder terreno en favor de una clase media industrial y comercial predominantemente urbana”.

Estos analistas aceptan que hubo mucho derroche pero también afirman que hubo progreso, aunque este progreso no colmara las expectativas de importantes segmentos de la población, las cuáles permanecían rezagadas con respecto a la creciente clase media.

La aparición de un Hugo Chávez se justificó porque los venezolanos llegamos a creer que nadie podría ser tan mediocre como un Luis Herrera o tan corrupto como un Jaime Lusinchi. El golpe fracasado de Febrero 1992 debiera habernos alertado sobre la incompetencia de Chávez, pero su fugaz aparición en TV despertó las simpatías de muchos.

Por otro lado, el apoyo demagógico que le dio Rafaél Caldera a ese golpe desde el Congreso y su posterior anulación del juicio por traición a la patria que se seguía al fracasado golpista, le abrió a Chávez las puertas de Miraflores y, de paso, convirtió a Caldera en la primera víctima de su grosería y patanería, durante su acto de juramentación como nuevo presidente.

Después de ocho años de monumentales errores en el ejercicio del gobierno y de una corrupción como nunca habíamos visto en Venezuela, se ha hecho obvio que los venezolanos si podíamos ver en Miraflores a alguien más incompetente y más corrupto que cualquiera de los presidentes de la llamada cuarta república. No hay estadística internacional sobre la Venezuela de los últimos ocho años que no muestre un apreciable deterioro. Ver: http://www.11abril.com/index/especiales/VenezuelaInANutshell2006.pdf. Después de un ingreso petrolero monumental de unos $220.000 millones durante esos ocho años la pobreza en Venezuela se ha mantenido esencialmente estancada, aunque se incrementó desde 1998 a 2003, según apunta el estudio de la Universidad Católica Andrés Bello arriba citado.

Cuando el Instituto Nacional de Estadísticas, al mando de Elías Eljuri, confirmó este deterioro, fué conminada por Chávez para cambiar la metodología de cálculo, abandonar las cifras del Banco Central tradicionalmente utilizadas y convertir el incremento de la pobreza en una “declinación” de esa pobreza. Lo mismo ha sucedido con el fraude de la Misión Robinson, según la cuál el país está ahora libre de analfabetismo. Según Chávez la UNESCO había certificado este logro pero ello no es cierto puesto que tal pretensión ha sido rechazada por ese organismo.

A diferencia de la tragedia que experimentamos durante la cuarta república, esa de un Estado usurpador de la Nación y de un gobierno usurpador del Estado, hoy tenemos una mayor tragedia: la un solo hombre, un dictador, usurpando al gobierno, al Estado y a la Nación.

Cuando este solo hombre se revela como incapaz, corrupto y ebrio de poder, es evidente que ya no estamos hablando de un sistema donde existía un cierto equilibrio político entre dos grandes partidos sino que estamos hablando de un régimen dictatorial donde la exclusión se practica, con gran agresividad e impudicia, contra la clase media, contra una parte de los venezolanos pobres y contra la disidencia política y donde no hay alternativa, según nos dice Chávez, a la “revolución”.

Ello ha llevado a la sociedad venezolana a un colapso de su nivel de calidad de vida. La calidad de vida es un concepto aún mas vital que el de riqueza o pobreza. Tiene que ver con el “cómo” vivimos. En sociedades organizadas la pobreza no es el factor determinante en la calidad de vida puesto que muchos pobres tienen acceso a similares fuentes de satisfacción individual que los ciudadanos más ricos.

En las sociedades organizadas y libres el pobre puede trabajar, puede salir de su casa a tomar al bus o el Metro, y puede regresar a su casa sin temor a ser asaltado por criminales o por los órganos represivos del Estado o de un dictador. Puede ir al parque a deleitarse con la naturaleza bien cuidada, puede ahorrar para enviar a sus hijos a la universidad, pagada pero de calidad y dotada de instrumentos de financiamiento que le permiten al buen estudiante obtener apoyo.

Casi todos los miembros de esa sociedad pueden obtener una vivienda, no importa cuán modesta o adquirir medios propios de transporte. Pueden participar en las decisiones que le afectan o hablar libremente en oposición a las decisiones de un gobierno que está limitado en su accionar por unos efectivos contrapesos institucionales.

Pero, ¿qué sucede en esta Venezuela, en esta caricatura de país que ha ido armando Chávez? Aquí los pobres reciben los mendrugos de un Estado “benefactor” que solo ayuda a sus correligionarios. Hay comida subsidiada en MERCAL, educación gratis en las universidades “bolivarianas”, atención médica gratis en Barrio Adentro, trabajo para quienes voten por el dictador y se pongan una horrible casaca roja escarlata que los hace lucir como payasos. En otras palabras, se vive en un sistema de limosnas para quienes entreguen su dignidad al dictador, un sistema que no soluciona los problemas crónicos de pobreza e ignorancia. Se les arroja un pescado pero no se les enseña a pescar.

Mientras el Ministro de Educación puede hablar con descaro de adoctrinamiento ideológico para nuestros niños y lleva a una niña a la televisión oficial para que recite loas al dictador, la prensa opositora es multada con millones de bolívares por escribir una crónica humorística y respetuosa en la cuál se menciona a la hija del dictador. En esta mala caricatura de gobierno los ministros, los jueces y los legisladores no muestran mas credencial que su genuflexión.

La sociedad entera, aún los chavistas, saben que esto es verdad. Solo tenemos que oir a Isaías, Jorge, Clodovaldo, Germán, Omar, Eleazar, Vladimir, William, Nicolás, Cilia, Luis, Darío, Pedro, Willian o Jessie para saber en que manos hemos caído. La calidad de vida no puede prosperar en un país manejado por esta calidad de gente.

Y la pregunta final de estas crónicas siempre es: ¿Qué hacer? Dentro del marco del juego democrático es muy poco lo que podemos hacer. Al mismo tiempo no somos partidarios de la violencia, aunque siempre tenemos presente el artículo 350 de la constitución y yo, al menos, no reconozco a este gobierno como legítimo. Es necesario resistir, oponernos a ser convertidos en borregos o en autómatas. No nos podrán quitar nuestro sentido de dignidad.

Afortunadamente, el dictador se está auto-aniquilando. Sus torpezas, su mal manejo de las finanzas, la increíble arrogancia que muestra como producto de su deficiente formación humanística, sus nacionalizaciones sin sentido, su odio destructivo contra los Estados Unidos, su afán imposible de controlarlo todo, la creciente desconfianza que muestra hacia sus propios allegados, el aislamiento del cuál comienza a ser objeto por parte de las democracias del mundo, todo ello lo está llevando a una cuevita en la cuál solo le van quedando algunos aliados parásitos como Evo Morales, las FARC, Ollanta Humala, Robert Mugabe, Danny Glover, Maradona o Néstor Kirchner. Nadie más, ni siquiera Correa u Ortega, está claramente montado en el autobús chavista porque, sencillamente, no ven ese futuro promisor.

Es preciso oponerse a este dictador sin vacilaciones. Este hombre no está tan fuerte como quisiera estarlo. No tiene amigos, solo aduladores.

Vamos a convocar el Congreso de Ciudadanos!